domingo, 28 de septiembre de 2008


Propongo que todos dejemos de ser tan pesimistas
Propongo que nos entreguemos al azar, que no calculemos ni opinemos
Propongo que quien se entrega sea cuidado para que luego esté tranquilo en recibir.
Propongo que dejemos de faltarle el respeto al amor, que dejemos de decir mentiras, que dejemos de ser tan tan grises… patéticamente…
Propongo que dejes de mirarme mal por cualquier cosa, que dejes de gritarme y de ordenarme
¡No todo es como una quiere!
Se me escapan lagunas mentales, y me duele el hombro de sostener tartas, iba a decir el mundo, pero la realidad me pareció “poéticamente” más adecuada.
Me gustaría que se rían.
¡Ingenuos! ¡Ingenuos! Los que no ven y sólo miran esta pequeña figura “abrazable” que detrás esconde un chuchillo gigante y bien afilado.
Disculpen las molestias ocasionadas.
Y después…
Después del después del después viene mi gran poder de imaginación: estoy haciendo las cosas bien, me muevo por donde me tengo que mover, y escucho a los que tengo que escuchar –eso de recién es mentira.
Y recién, es tan inexistente, justo esa palabra dentro de mi léxico resuena igual que adflsrack!, y hasta eso es más concreto…
¡Por supuesto!
Algo que se rompe.

Los señorcitos son Kodamas, dioses de los árboles. Gracias siempre Miyazaki.

jueves, 25 de septiembre de 2008

El día del juicio

Mi tía Marta estaba con mi mamá y mi abuela probándose un vestido en su casa, que quedaba en la calle Cordero 257 en Cinco Saltos, provincia de Río Negro, pueblo chico, lleno de sol y agua, y mucho espacio. En el centro hay una plaza con animales hechos de pasto, donde ahora, desde hace un día, descansa Doña Rosita, abuelita.
Tocaron la puerta dos hombres, estaban armados y se anunciaron como Policía Federal Argentina, la puerta de la casa de mi familia tenía una mirilla- algo más grande en realidad, como una ventana- mi mamá, su hermana, y la mamá de ellas se asomaron por ahí y vieron que estos presuntos policías estaban vestidos de civil, sin un uniforme que los identificara, identidad negada. Estos dos pedían a mi tía, pero ellas en esas condiciones no iban a salir. Así que llamaron a la comisaría para que un uniformado se hiciera cargo de la situación. Veinte minutos después llegó este hombre del que mi tía se aferró, su única garantía de salir con vida era un hombre vestido de azul. Cuando mi mamá, mi tía y mi abuela salieron de su casa hombres encapuchados saltaron de algún rincón, estaban armados.
En mi familia somos todas – sí todAs porque es matriarcado- así, mínimas, con voz fuerte, pero físicamente no le hacemos problema a nadie, me imagino la escena y no me deja de picar la sensación de desequilibrio entre la fuerza bruta de todos esos monos con navaja y la delicadeza de mi estirpe.
Estos señores les dijeron a las mujeres desesperadas que la suya sería llevada para ser simplemente interrogada y que sino descubrían nada “raro” la devolverían rápidamente, y no podían decir a dónde se la llevaban, mi madre corajuda pidió irse con su sangre, los hombrecitos dijeron que no había lugar en el auto.
Entonces partió un Ford Taunus a las 00.30 de la noche, aproximadamente, con mi tía y estos monos hambrientos, además del seguro hombre de azul.

Beba, a Beba nunca le gustó que no se hiciera como ella quería, y para ella sus hermanas son ella misma- no me lo dijo nunca, basta verla hablando por teléfono- así que se subió a su auto y empezó a seguir a su sangre, vio como tiraban al azulado por la puerta del auto horrible, y pensó en la muerte de su hermana, tomó la ruta oscura, donde el futuro de Marta eran dos luces, y pensó de vuelta en la muerte de su hermana, hasta que el auto empezó a disminuir la velocidad, Beba pensó entonces en su propia muerte y en la imposibilidad de hacer algo por la otra, así que volvió desesperada a hablar con el comisario, que dormía- ojos que no ven, corazón que no siente- y con el padre Pedro y con el Padre Ángel, con Estela y Aldo, con Monseñor de Nevares, con una amiga de Marta, avisándole que mañana no iría a buscarla como todos los días, y por último se fue a Neuquén y habló con uno que pedía información a cambio de Martita Echeverría, entonces llamado de alerta, entonces comienza el exilio de la socia de mi tía, la otra dueña de Libracos, la librería que compartían, la que ya había sufrido dos atentados de bomba.

Marta, de Marta… siempre fue un misterio, sé que es fuerte, que nunca abandonó del todo la lucha y que es muy hermosa y mentirosa, que le cuesta levantarse temprano y que ahora habla más en mexicano que en argentino.
La vendaron, luego de deshacerse del hombre que era su seguridad y la tiraron contra el suelo del auto y la taparon con una alfombra.
La dejaron en un catre helado, su mayor preocupación le dijeron debía ser siempre, que no se le saliera la venda que le estaba infectando la vista, si eso pasaba ya no quedaría nada.
Hacían ocho grados bajo cero y ella con su vestidito nuevo, indispuesta, con miedo, susto, desesperación, la picanearon, le preguntaron, escuchaba un grito desgarrador que pedía agua y escuchaba a Silvia que le decía que ése era su compañero y escuchaba todo el día una radio, y con la picana una máquina de escribir, dos veces le aplicaron simulacro de fusilamiento, jugaban a la muerte.

Estela, la más linda y grande, ya casada, ni enterada casi, de Cea primeriza en eso del aporteñamiento, que corrió ni bien mi madre le contó lo ocurrido, al pueblo donde se crió, de la noche a la mañana, fue la que se dedicó a ir oficina por oficina pidiendo y preguntando, la que escuchó y vio a familiares como ella, atestando la recepción de un hombre que les hablaba de su úlcera en vez de abrir la boca y decir lo que todos esos oídos querían saber, mendigando, el cerdo.
Fue la que finalmente abrazó y recibió a la otra, la que cuenta que tenía puesto el mismo vestido, la misma carne pero con diez kilos consumidos, y una boca que no hablaría, ni contaría, que borraría absolutamente todo su pasado durante años, hasta que se hiciera vieja y pudiera, con la memoria mutilada – no sólo de este hecho, sino de amores, pubertad, secundaria, tardes felices bajo el sol- pedir justicia, una tarde de septiembre, jurando por Monseñor de Nevares y los treinta mil desaparecidos.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Molesta esto del después
Molesta y duele
El llamarte y soñarte y no encontrarte
El imaginarte y acordarme la hora y los momentos exactos
¿Encuentro las palabras exactas para expresarme?
No me importa. Malinterpretame
Dentro tuyo, adentro mío, siempre nos entenderemos
Molesto, lo sé
Seguramente sentís mis besos y mis pensamientos
Seguramente también me siento al lado tuyo
Aunque ya no esté
Y me cuesta imaginarnos juntos
Ya no me acuerdo
Duele esto del después estrella
Duele en la piel
Y me regalo al peor postor
Para que vos seas siempre el mejor
Me sigo reservando
¿Y para qué? ¿Y para quién?
Cuesta el asesinato
Cuesta y duele y molesta
Se desprenden de mí las letras
Para que quedes inmortalizado siempre
Duele esperar lo que no llega
El agua que me cure
El agua se me escurre, se evapora
Molesta no tenerte cerca y no poder contarte, sólo escribirte una vez más
Duele esto del después, tantas tantas veces repetido
Dolor conocido, como viejo cuento de historia
Abuelita que teje y borda
Y se pincha y sangra
Molesta este extrañarte cansado
Este encuentro nuevamente conmigo así
Mi sexo llora, te pide a gritos se cierra en espasmódicos pedidos de piedad
Sólo dentro tuyo ríe
Me quedé colgada de tu cuerpo y de tus besos
Molesta el insomnio producido por la falta de tus ronquidos
Molesta y duele
Me duermo, y sueño
Te convertís nuevamente
Otra vez y mil veces ya
No te desprendés
Clemencia!
Que este después…
Molesta y cuesta y duele.

Oliverio


Mi lumía
Mi lu
Mi lubidulia
Mi golocida love
Mi lu tan luz tan tu
que me enlucielabisma
y descentratelura
y venusafrodea
y me nirvana el suyo
la crucis los desalmes
con sus melimeleos
sus europsiqueseadas sus decúbitos
lianas y dermiforios
limbos y gormullos
Mi lu
Mi luar
Mi mito
demonoave dea rosa
Mi pez hada
Mi luvísita nimia
Mi lubisnea
Mi lu mas lar
Más lampo
Mi pulpa lu de vértigo de galaxias
de semen de misterio
Mi lubella lusola
Mi total le plevida
Mi toda lu
Lumía.

Gracías Oliverio y gracias también a aquél que me lo regaló tiempísimo atrás.

Foto: Valentina López de Cea, Los cinco saltos de cinco saltos.