lunes, 18 de mayo de 2009

Las tres experiencias

Hay tres cosas para las que nací y por las que doy mi vida. Nací para amar a los otros, nací para escribir, y nací para criar a mis hijos. El “amar a los otros” es tan vasto que incluí hasta perdón para mí misma, con el sobrante. Las tres cosas son tan importantes que mi vida es corta para tanto. Tengo que apresurarme, el tiempo urge. No puedo perder un minuto del tiempo que forma mi vida. Amar a los otros es la única salvación individual que conozco: nadie estará perdido si da amor y a veces recibe amor a cambio.

Y nací para escribir. La palabra es mi dominio sobre el mundo. Yo tuve desde la infancia varias vocaciones que me llamaban ardientemente. Una de las vocaciones era escribir. Y no sé por qué, fue ésta la que seguí. Tal vez porque para las otras vocaciones necesitaría un largo aprendizaje, mientras para escribir el aprendizaje es la propia vida viviendo en nosotros y alrededor de nosotros. Es que no sé estudiar. Y, para escribir, el único estudio es el escribir mismo. Me adiestré desde los siete años de edad para tener un día la lengua en mi poder. Y, sin embargo, cada vez que voy a escribir, es como si fuera la primera vez. Cada libro mío es un estreno penoso y feliz. Esta capacidad de renovarme toda a medida que el tiempo pasa es lo que yo llamo vivir y escribir.

En cuanto a mis hijos, su nacimiento no fue casual. Quise ser madre. Mis dos hijos fueron generados voluntariamente. Los niños están aquí, a mi lado. Yo me enorgullezco de ellos, me renuevo en ellos, yo acompaño sus sufrimientos y angustias, yo les doy lo que es posible dar. Si no fuera madre, estaría sola en el mundo. Pero tengo una descendencia y para ellos en el futuro preparo mi nombre cada día. Sé que un día abrirán las alas para el vuelo necesario, y que me quedaré sola. Es fatal, porque una no cría a los hijos para una misma, nosotros los criamos para ellos mismos. Cuando me quede sola, estaré siguiendo el destino de todas las mujeres.

Siempre me quedará amar. Escribir es algo tremendamente fuerte pero que me puede traicionar y abandonar: puedo un día sentir que ya escribí lo que es mi parte de este mundo y que debo aprender también a parar. En escribir no tengo ninguna garantía.

En tanto que amar yo puedo hasta el momento de morir. Amar no termina. Es como si el mundo me estuviera esperando. Y voy al encuentro de lo que me espera.

Espero por Dios no vivir del pasado. Tener siempre el tiempo presente e, incluso ilusorio, algo del futuro.

El tiempo corre, el tiempo es corto: necesito apresurarme, pero al mismo tiempo vivir como si esta vida mía fuera eterna. Y después morir va a ser el final de algo fulgurante: morir será uno de los actos más importantes de mi vida. Y tengo miedo de morir: no sé qué nebulosos y vías lácteas me esperan. Quiero morir poniendo énfasis en la vida y en la muerte.

Sólo pido una cosa: en el momento de morir yo querría tener a una persona amada por mí a mi lado para que me sostenga la mano. Entonces no tendré miedo, y estaré acompañada al atravesar el gran pasaje. Yo querría que hubiera reencarnación: que yo renaciera después de muerta y diera mi alma viva a una persona nueva. Me gustaría, sin embargo, un aviso. Si es verdad que existe una reencarnación, la vida que ahora tengo no es propiamente mía: un alma le fue dada a este cuerpo. Quiero renacer siempre. Y en la próxima reencarnación voy a leer mis libros como una lectora común e interesada, y no sabré que en esta reencarnación fui yo quien los escribió.

Me está faltando un aviso, una señal. ¿Llegará como intuición? ¿Vendrá al abrir un libro? ¿ Vendrá esta señal cuando yo me encuentre escuchando música?

Una de las cosas más solitarias que conozco es carecer de la premonición.

Pero existe la vida que es para ser intensamente vivida, existe el amor. Existe el amor que tiene que vivirse hasta la última gota. Sin ningún miedo. No mata.

Clarice Lispector. Revelación de un mundo.

jueves, 18 de diciembre de 2008

De lo que haría el último día.

Tigre galáctico azul maravilla eterna del mundo que nos aglutina enteros. Ojos ojos más ojos! y pelos cortos con mechones fluorecentes. Cabezas que se asoman desde mi entrepierna, las miro bajar y subir hace mucho ya... hace tanto. Agujeros, miedo, pánico, augurios, buena fé, consciencia de desde ahora, agua aguita.
Hacer el amor sí, jugar con Felipe, bañarme, comer helado de dulce de leche y quesadillas, meterme en el mar, fumar porro, oler y después comerme una Madreselva, compartir un último cigarro, que el sol me toque, un último baño de luna, hacer el amor, sí.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Tengo tu olor pegado en mis narices

Amo como uelo cago vuelo cojo hago amor como siempre que extraño patas ajenas salgo lastimada por tomates con caños enroscados en el medio de plaza Constitución y Dorrego perro rubio labio animal comeme no no no lameme que soy ácido lisérgico. Venas camaleón comprende del misterio de la magia energía blanca. Amo.

martes, 25 de noviembre de 2008

Siempreviva

Claro mar de estrellas sideral.
Al ladito un bosque.
Manjar de melocotón, mezclado con almíbar de castañas.
La lechuza me dijo:
Morir es como sentarse del lado izquierdo.
Polacas, rusas y marplatenses giraban en torno nuestro.
La sexualidad es el labio inferior de tu boca.
Yo
¿Yo?
Soy esa idea que se acuesta del lado derecho de tu cama.
Con todo lo que pensé ayer hoy me duele la cabeza, estoy tratando de encontrar la frase precisa que había estado flotando en mi cabeza, pero los vapores del acohol tienen la debilidad de hacerse nada a la mañana siguiente.
Había entendido cosas, algo sobre el último que ya no me rompió el corazón, pero no me acuerdo cual era el mecanismo de pensamiento descubierto del cual me enorgullecía.
Alimentarme del poder.
Poder visto como capacidad de apuntar hacia una estrella y poder llegar a mirarla, tocarla, sentirla , lamerla y ser estrella.
En definitiva... había dicho ayer...

Consiste en conocernos.
Ajo, sudor, gotitas de semen, eucalipto, marihuana, azúcar, a mi misma, chile piquín, jazmín, una estrella de papel que si se quema arde, almíbar de frutillas. Saborear con sahumerio de sándalo.
Licuadora de estrellas,
Muerte.
Un discípulo de ella me acompaña.
Remolino de amarillos, verdes y azules
en mí que doy un fondo naranja.
Hoy estoy acá y en ningún otro lugar.
Hoy estoy acá y en ningún otro lugar.
Nunca estuve acá y en ningún otro lugar.
Acostada en una piedra, cumplo años desnuda, tomando sol, tocando el agua que corre por abajo mío y de la piedra, en ese momento donde río y astro se besan, se tocan. Se los puede escuchar gemir.